domingo, 24 de noviembre de 2013

VALENTIA, SUS ORIGENES

VALENTIA Lo más importante que puede tener cualquier entidad es su nombre, tanto en cuanto representa su DNI nominal, que si ostenta el mismo desde el momento de su nacimiento, le da mayor personalidad al indicar que no ha sido sometida en momento alguno. La ciudad de Valencia puede presumir de ello. Desde el año de su fundación por los romanos ostenta el que fue bautizada sin mayor variación que cuando fue ocupada por otra cultura, la invasión musulmana, en la que, y para su mérito, siguió manteniendo el mismo con su traducción arábiga: Balansiya.

Según los historiadores romanos y por la documentación aportada, fue fundada la ciudad en el año 138 a.C. por soldados romanos al mando del cónsul Décimo Junio Bruto que venían de la Lusitania después de años de lucha contra los hombres de Viriato, quien se opuso a la romanización de aquellas tierras que llegaban hasta el Atlántico. 

Pero en la conveniencia de saber quiénes fueron los primeros pobladores de las tierras ribereñas del mediterráneo, echemos hacia atrás las páginas de nuestra historia. 

Fueron los conocidos como los iberos, población autóctona diseminada que vivía sobre zonas elevadas al ser el área de influencia de la actual Valencia un territorio pantanoso que dificultaba su hábitat. Así sabemos de ciudades más antiguas, como Arse (Sagunto) , Edeta (Liria) o Sicana (Cullera), por citar las más próximas. Nuestra península recibe el nombre de Iberia de los griegos que llegaron desde su colonia de Masalia (Marsella) en el siglo VI a.C. fundando las ciudades de Ampurias y Rosas (aunque el nombre de Iberia serían los historiadores quienes se encargaría de otorgárselo, atribuyéndole el hecho a Polibio en el siglo II a.C. 

Con anterioridad lo habían hecho, unos tres siglos antes, los fenicios, inmigrantes que llegaban del Oriente Próximo, dedicados especialmente a la navegación y al comercio; fueron los fundadores de Gades (Cádiz), como la ciudad más importante. 

No obstante, de aquellos primero pobladores autóctonos, de los iberos, sólo se conoce de su asentamiento en la zona comprendida en el llamado Levante español, no así en el interior de la península cuyos primeros pobladores, los celtas, correspondían a quienes habían llegado desde el norte de Europa. 

Entre los siglos III a.C. llegaron a la península los cartagineses, desde Túnez, inmersos en sus constantes guerras contra Roma por el dominio del Mediterráneo, fundado la ciudad de Cartago Nova (Cartagena) en el año 227 a.C por Asdrubal. 

Los cartagineses sometieron a los pueblos iberos, por lo que estos se pusieron de parte de los romanos cuando en su deseo de romanización llegaron a la península en un proceso que duró tres siglos: desde el III a.C. hasta el I. 

Con el dominio de Roma, la península ibérica fue nominada como Hispania y en este contexto histórico es cuando se funda la ciudad de Valentia (Valencia). 

Próximo a la Via Heraclea, de origen griego, del siglo VI a.C y que después por los romanos se convirtió en la Via Augusta que desde los Pirineos llegaba hasta Cádiz bordeando el mediterráneo, los romanos encontraron un lugar rodeado por dos brazos de un rio, el Turia, donde decidieron la construcción de una ciudad al considerar que reunía las opciones óptimas para su fines. Desde Tarragona hasta Cartagena y próxima a la costa, no existía ninguna otra ciudad, lo que motivo su necesario asentamiento acortando las distancias entre ambas. 

La posibilidad de crear un dique fluvial y la bondad de los terrenos que circundaban aquella isla entre las aguas del rio, fueron cruciales para que en el punto que consideraron más oportuno trazaran el cardo (dirección norte-sur) y el decumano (dirección este-oeste) como km 0 de una ciudad que se iba a expandir, bautizada con el nombre de Valentia, al cumplido de la tradicional costumbre urbanística de todas las ciudades romanas. 

Existe la controversia de la procedencia de aquellos primeros pobladores bajo la dirección del cónsul romano Décimo Junio Bruto, pues a la opinión de que fueron los vencidos hispanos que combatieron junto a Viriato, se contradice con la que se aprovechó para el asentamiento de las tropas vencedoras como premio a su victoria, que parece lo más lógico y mayormente aceptado. Y junto a ellos, llegaron también emigrantes de Roma deseosos de alcanzar una posición social más elevada en la nueva ciudad de Hispania de la que poseían en la capital del Imperio. 

El lugar del km 0 se corresponde con la actual y popular plaza conocida como de la Almoina y en el nomenclátor oficial Décimo Junio Bruto y en su recuerdo. De inmediato empezó a desarrollarse la ciudad con las construcciones básicas de todas las urbes romanas, como fueron el foro, como lugar donde ejercer el comercio, la práctica de la religión pagana y la administración de la justicia en sus independientes sedes dentro del mismo; las termas, como centro de relajación; el horreum como granero; y el circo como lugar de juegos y distracción. Todos estos centros de reunión eran para desarrollar los dictados de Roma donde todos sus ciudadanos pudieran disfrutar de sus mismas costumbres y ejercer la administración en sus necesarias funciones: la vida social, comercial, económica y jurisdiccional. 

Se procedió a amurallar la ciudad en un recorrido que podemos imaginar partiendo de la calle de las Avellanas, llegaba hasta la calle del Almudín con giro al oeste hacia la zona del Palau, donde torcía en dirección sur y por las calles de Juristas y Corregería, cruzaba la plaza de la Reina para entrar por las calle de Cabillers, y de esta forma cerrar el lienzo amurallado en la de las Avellanas. Y en todo su recorrido existieron cuatro puertas: la Saguntina, la Sucronense, la Celtiberia y la del Mar. El cardo se correspondía con el eje norte-sur, calles del Salvador y San Vicente (la Via Augusta) y el decumano, el oeste-este, calles de Caballeros y del Palau. 

En el año 75 a.C, tuvo lugar la guerra civil en la República Romana. En Hispania tuvo su liderazgo en la figura del político y militar Quinto Sertorio, quien se rebeló contra Roma, alcanzando un gran prestigio en la península, siendo sometido Cneo Pompeyo Magno en una guerra que se produjo entre los años 80 y 72 a.C. terminando con el asesinato de Sertorio en la ciudad de Osca. 

Como consecuencia de esta rebelión, la ciudad de Valentía fue destruida y prácticamente abandonada, teniendo que pasar unos cincuenta años para que fuese reconstruida, ya en el siglo I, con un gran crecimiento de la población. De esta forma la ciudad fue recuperando gran parte de su antiguo prestigio que le duraría hasta el siglo III en el que tuvo otro periodo de decadencia. 

Durante los últimos años del Imperio Romano, siglo IV, la ciudad fue adaptándose a la nueva religión instituida por Roma: la cristiana, en la que sobresalió la figura de San Vicente Mártir, martirizado en el año 304 por la sangrienta persecución de Daciano sobre los cristianos, a pesar de que por el Edicto de Milán del año 313 por deseo del emperador Constantino I el Grande, ya existía la libertad de culto en el Imperio Romano. Y fue con Teodosio, en el año 380, cuando el cristianismo se convirtió en la doctrina oficial del Imperio.

Valentia se convirtió en un lugar de peregrinación por la gran fama que alcanzó el diacono Vicente tras su martirio (incluso en época musulmana por la existencia de los mozárabes) con la construcción de una ermita en el lugar donde se arrojaron sus despojos y que dio origen siglos después a la construcción del actual monasterio de San Vicente de la Roqueta, lugar donde reposan sus restos.

domingo, 8 de septiembre de 2013

IBERIA, SUS PRIMEROS POBLADORES



Los iberos fueron los primeros pobladores de la península. Y aunque existió la creencia de que eran originarios de otras tierras, hoy se sabe que fueron autóctonos gracias a la utilización del carbono14 y a las nuevas tecnologías de estudio. La primera referencia escrita que se tiene de ellos es gracias a los griegos, en el siglo VI a.C.

El pueblo celta (1200 a.C.), extendido por toda Europa, se establece por el norte peninsular, uniéndose después con los iberos, los celtiberos. Los fenicios (siglo IX a.C.), activos comerciantes que llegaron del otro extremo del Mediterráneo en su costa oriental, se situaron en el sur, fundando las ciudades que hoy conocemos como Cádiz, Málaga y Córdoba entre otras. Nos dejaron el alfabeto, posteriormente desarrollado por los griegos.

Más tarde (siglo VIII a.C.) llegaron los griegos asentándose por la zona de Cádiz. Poco después, lo hicieron los griegos focenses, estableciéndose en el  norte de las costas mediterráneas, en Rosas y Ampurias, con su aportación cultural de la moneda como valor de cambio, el cultivo del olivo, así como su utilización para la obtención del aceite y el legado de la escritura.

Las costumbres agrícolas hacían que fueran diferentes las formas de “amontonamiento de la paja”. Esto ha llevado a configurar una línea divisoria en la Península Ibérica entre los iberos y los celtas. La forma de barraca piramidal era la que utilizaban los iberos para su amontonamiento y correspondía a las zonas Este mediterránea y Sur hasta Portugal. Hacia el norte, la zona de los celtas, los amontonamientos se remataban en forma redonda.

LA ESPAÑA ROMANA

La conquista del mar Mediterráneo fue el gran reto para Roma y Cartago, ambas civilizaciones enfrentadas por conseguir su dominio. Tras un periodo de tres guerras, las conocidas como “púnicas” que se sucedieron en el transcurso de más de cien años (264 aC-146 a.C.),  Roma terminó destruyendo la ciudad de Cartago, erigiéndose con su victoria en la dueña absoluta del Mar Mediterráneo, así como de las tierras que en él se bañaban. Con anterioridad, los cartagineses habían invadido la península, con importantes asentamientos en la zona sur, destruyendo Sagunto y fundando la ciudad Cartagena, lo que motivó el inicio de la II Guerra Púnica (219 a.C. al 201 a.C.)

La península ibérica significó para Roma un centro logístico de suma importancia en el transcurso de aquellos años, al descubrir en ella la riqueza minera tan necesaria para sus fines bélicos, la madera de sus inmensos bosques, así como el mejor lugar de descanso para sus tropas y el mejor camino hacia el norte de África, donde crear una pinza sobre los dominios cartagineses con el fin de aniquilarlos. Al conseguirlo, se apoderaron de la península que denominaron como Hispania. Se crearon ciudades y se construyeron las calzadas necesarias que las comunicaran entre sí, con una “vía augusta” que desde Cádiz llegaba a los Pirineos como principal referencia de todas las existentes en el interior peninsular, a las que recogía y guiaban con dirección a Roma. Y para sus habitantes, ciudadanos romanos con los mismos derechos a los que disfrutaban quienes vivían en la capital del Imperio, se edificaron anfiteatros donde gozar de sus espectáculos, baños donde relajarse, circos donde disfrutar sus juegos, ágoras donde reunirse, y templos donde rendir sus cultos procurando siempre alcanzar el mayor grado de similitud en todas las ciudades romanas para que sus ciudadanos no se vieran huérfanos de sus costumbres. 

España absorbió toda la cultura romana y terminó adoptando su lengua, romanizándose en su totalidad. Sin embargo, más que una unidad política, la península ibérica representó una base para las tropas romanas a las que Roma habilitó de todos los medios para que no se sintieran como lejos de su ciudad, sino como si entre las siete colinas de Roma se encontraran, gozando sus momentos de placer.

Roma, que permaneció en la península desde el año 218 a.C. cuando desembarcó en Ampurias, hasta los inicios del siglo V (invasión goda), dividió inicialmente a Hispania en dos provincias administrativas, la más próxima a la capital romana: la Citerior, que tuvo su capital en Tarraco (Tarragona) y fue extendiendo su dominio hasta llegar a Galicia; y la más lejana a Roma: la Ulterior, que si ocupaba en un principio todo el valle del Guadalquivir, amplió más tarde su territorio hasta alcanzar la parte occidental peninsular; siendo su capital Córdoba y Cádiz que se alternaron. Fue Cesar Augusto en el año 27 a.C. quien dividió a la Hispania Ulterior en dos provincias: la Lusitania, la actual Extremadura y Portugal con Mérida como su capital, y la Bética, hoy Andalucía. Mientras permanecía inalterable la tercera provincia de la Tarraconense que cubría el nordeste peninsular. 

División peninsular que permaneció hasta el fin del Imperio Romano, el que ya había sido dividido a la muerte de Teodosio en dos mitades, el de Occidente y el de Oriente. La caída de la primera mitad, el de Occidente, significó el inicio del Imperio Bizantino con su capital en Bizancio, Constantinopla, cuya caída, en 1453 por los turcos, representó el final definitivo de un Imperio nacido a pies de Roma y el inicio de la Edad Moderna.

Hispania, según algunos testimonios, dio al Imperio cinco emperadores, aunque en tres de ellos, Galba, Adriano y Máximo se tienen dudas acerca de su lugar de nacimiento por falta de documentación que acredite el hecho cierto. Trajano nació en Itálica, ciudad próxima a Sevilla, lugar que también se considera por algún historiador, rebatido por otros, como la cuna de Adriano, su sucesor. Y Teodosio, nacido en Cauca, la actual segoviana Coca. Siendo los emperadores más importantes de todo ellos, Trajano y Adriano. Seneca, el famoso filósofo romano nació en Córdoba.

El debilitamiento de Roma auspició la caída de su Imperio y en el año 409 las tropas de origen germánico invaden Hispania. Eran aquellos los años del inicio de la EDAD MEDIA en la que lentamente fueron estableciendo su poder hasta llegar a instaurar la “monarquía visigótica”. La que terminó adoptando la religión católica  renunciando a la propia, el arrianismo, la religión desarrollada por Arrío, el sacerdote cristiano de Alejandría.

martes, 4 de diciembre de 2012

EL FRANQUISMO




Se define como franquismo al nuevo régimen implantado en España tras el triunfo del bando llamado “nacional” contra el conocido como “republicano” en una guerra civil que, con una duración de tres largos años, tuvo enfrentada a la población española que luchaba por una España mejor. Este nuevo sistema de gobierno giraba en torno a la figura del General Franco, quien asumía los cargos de Jefe de Estado, Jefe del partido único y su jerarquía como Capital General del estamento militar, conocido popular y oficialmente como “El Caudillo”.

Sus tres pilares básicos lo constituían el Ejército, la Falange y la Iglesia Católica. La Falange trataba de implantar una ideología basada en la unidad de España merced a sus distintas plataformas, como lo fueron la del Frente de Juventudes, que trataba de inculcar en la juventud unos valores puramente hispanos fortalecidos por los principios de la disciplina, el sacrificio, el ejercicio al aire libre y la deportividad; la Sección Femenina que daba suma importancia a la mujer en el seno familiar como valor primario; y finalmente, la acción sindical, donde la negociación del empresario y el trabajador se consideraba como imprescindible, regulada de forma conjunta.

La Iglesia Católica representó la legitimidad del régimen manifestado en un ideario en el que el nacional catolicismo se convirtió en la doctrina oficial. Y el Ejército, como vencedor de la contienda, abastecía con sus mandos a los puestos más relevantes del poder ejecutivo, en el que la figura de Franco ejercía un poder único sin ningún tipo de control, confiados en su ejemplar ejecutoria.

La estructura del franquismo estuvo dotada de unas Leyes Fundamentales que se fueron implantando en la primera década de su acceso al poder. Leyes hechas a semejanza de una Constitución a la que se trataba de reemplazar y que se significaban como:

Ley del Fuero del Trabajo: que creaba el marco regulador de la vida laboral.

Ley del Fuero de los Españoles: que regulaba sus derechos y obligaciones.

Ley del Referéndum Nacional: establecida para aquellos casos en los que se considerase la conveniencia de una votación popular.

Ley Constitutiva de las Cortes: que establecía el procedimiento para la formación de las Cortes Españoles.

Ley de Sucesión: que regularía primero el sistema sucesorio y más tarde la persona sobre la que recaería la sucesión.

Ley de Principios del Movimiento Nacional: que implantaría el ideario político.

Y ya en 1966: la Ley Orgánica del Estado, que era más bien una especie de recopilación de las anteriores Leyes Fundamentales, pero tratando de adecuarlas a un marco menos rígido.

1ª ETAPA: 1939-1959

Iniciado el nuevo régimen, coincidió pocos meses después con el comienzo de la II Guerra Mundial en la que España se declaró neutral. La década de los cuarenta, la conocida como la “posguerra”, tuvo muchas complicaciones políticas, especialmente producidas -además de las propias de la confrontación existente en Europa- por las diferencias ideológicas con el bando aliado que saldría vencedor de la II Guerra Mundial en 1945. Durante este periodo España carecía de recursos económicos al haberse quedado sin reservas, por lo que se impuso entonces una autarquía económica concretada en un funcionamiento cerrado, interno y sin depender del exterior, lo que deterioró aún más su economía.

Sin embargo, terminada la contienda mundial, la creación de dos bandos opuestos y que hasta entonces habían permanecido unidos: EEUU y la URSS, benefició al régimen de Franco, lo que posibilito años más tarde, en la década de los sesenta, la implantación de un Plan de Estabilización que hizo posible el desarrollo de su economía y su mejoramiento.

La creación del Instituto Nacional de Industria, con la creación de importantes empresas públicas, tuvo una importancia decisiva en la evolución del tejido industrial español.

POLÍTICA INTERIOR

Se proclamaron, entre otras,  dos leyes tendentes a la represión sobre el bando vencido, como lo fueron la Ley de Responsabilidades Políticas y la Ley de Represión del Comunismo y la Masonería.

Parte de la intelectualidad se exiló de España, bien por temor a las represalias por su implicación en el bando republicano, o bien en aquellos que no se habiéndose significado en contra del régimen, no veían un futuro muy grato en sus pretensiones profesionales.

En la década de los cuarenta surgieron los “maquis”, palabra adoptada de los guerrilleros franceses. Fue una organización formada por comunistas que actuaban siguiendo las órdenes del Partido Comunista en Francia y que a su vez recibía instrucciones del propio Stalin. El lugar preferente por el que hacían su entrada en España era a través del Valle de Arán y su mayor actividad la desarrollaron en las provincias de Cuenca, Teruel y en la zona del Maestrazgo; en menor medida lo hicieron por las tierras pirenaicas, con el objetivo de seguir luchando a favor de la Republica que creían posible si los aliados vencían en la guerra europea que se estaba librando. Pasados unos años, fue decreciendo su intensidad desapareciendo su actividad en la zona rural en el año 1953, limitándose a hacer acto de presencia en las zonas urbanas, pero de forma muy esporádica y de inmediato detenidos.

El régimen franquista se encontró con una oposición muy débil, especialmente por la propia división de los oponentes en la que figuraban republicanos junto a monárquicos, ambos con objetivos diferentes.

En 1941 la URSS rompe sus relaciones con Alemania. Es el momento en el que el Caudillo presta una colaboración testimonial en la Guerra Mundial junto al bando alemán. En su ayuda, manda a la URSS la División Azul para combatir contra el comunismo en reciprocidad a la ayuda que había recibido de Alemania en la guerra civil española. La División Azul estaba formada por voluntarios falangistas, cuya cuantía alcanzó los 60.000 hombres.

Terminada la II Guerra Mundial, se creo la ONU como continuación de la Sociedad de Naciones Unidas creada después de la I Guerra Mundial con la finalidad de evitar nuevos enfrentamientos. Por decisión de la ONU, España no entró en la organización, al mismo tiempo que se ordenaba la retirada de los embajadores occidentales. Boicot contra España que se rompe con el comienzo de la “guerra fría”.

El enfrentamiento de dos sistemas opuestos, el capitalismo y el comunismo, benefició a España, dada su apuesta firme contra el mismo enemigo de las naciones democráticas. Los acuerdos establecidos entre España y los EEUU, así como el Tratado con la Santa Sede, ambos en 1953, fortalecieron al franquismo, y en consiguiente fue en el año 1955 cuando fue aceptada su entrada en la ONU con la vuelta de embajadores occidentales y la instalación de las bases americanas en el suelo español.

Con anterioridad, al final de la guerra mundial, se estableció el Plan Marshall como ayuda a todas las naciones implicadas en el enfrentamiento. Pero como España se había declarado neutral, no recibió compensación alguna. Las ayudas económicas americanas también estaban dirigidas hacia todos los países del Este por su condición de aliados, pero estos no las aceptaron, básicamente, porque ello suponía una sumisión al sistema capitalista que estaban combatiendo. La ausencia de ayuda significó un retraso para estos países, que vieron cómo los occidentales avanzaban marcando una gran diferencia en su desarrollo económico.

SEGUNDA ETAPA 1959-1975

En el año 1962 España hace sus primeras gestiones para entrar en la Comunidad Europea que no lograría hasta muchos años después con el fin del franquismo. Aparte de las razones políticas, existían otras de tipo económico que impedían la entrada de España en el mercado continental, dada la diferencia existente en el mercado productivo.

OPOSICION SINDICAL

En este terreno la oposición era muy escasa, aunque fue consiguiendo cierto predominio el PCE a través de sus Comisiones Obreras que tuvieron la habilidad de ir infiltrándose en el mundo sindical en manos de la CNS, la oficial Central Nacional Sindicalista en la que coincidían el mundo empresarial y obrero, cada uno en defensa de sus intereses. Los sindicatos de ideologías socialista y anarquista fueron inexistentes durante todo el franquismo. Las CCOO nacieron a finales de los años 50 y desde la clandestinidad fueron incorporándose en la vida pública española.

OPOSICION ESTUDIANTIL Y RELIGIOSA

El Concilio Vaticano II de 1965 significó un punto de inflexión en las Universidades y en la Iglesia, con la aparición de los sacerdotes obreros y parte de la jerarquía eclesial, en el que la figura más representativa fue el Cardenal Tarancón que hacía hincapié en la necesidad de avanzar hacía una mayor libertad y participación ciudadana.

POLITICA EXTERIOR

La entrada en la CEE y en la OTAN fue objeto de deseo impedido por las diferencias políticas existentes. España tuvo que abandonar su última colonia cuando ya en la agonía del Jefe del Estado, Hassan II, aprovechó la fragilidad del régimen mediante la “marcha verde”, formada por gente civil con predominio de mujeres y niños, ocupando el territorio del Sahara Español.

En 1969 se nombre a Juan Carlos como sucesor de Francisco Franco en la Jefatura del Estado, y en 1973 se creo la figura de Jefe de Gobierno recayendo sobre el almirante Carrero Blanco que suponía la perpetuación del régimen en caso de fallecimiento del Caudillo. Sin embargo, y victima de un atentado de ETA, muy pocos meses después murió asesinado el almirante, siendo sustituido por Arias Navarro.

En estos años, y viendo que el final del franquismo estaba próximo, se creo en el exterior y como oposición al régimen la Junta Democrática, que funcionaba bajo la directriz del PCE, organización política que ya en el interior de España iba teniendo cada vez mayor fuerza en el mundo universitario y laboral.

Mientras tanto, el PSOE tenía muy poca fuerza en el interior, pero, sin embargo, recibía muchos apoyos en el exterior a través de la Internacional Socialista, sobre todo de Alemania y Francia. En el Congreso de Souresne de 1974 se impuso la fuerza de los jóvenes socialistas contra los componentes del llamado PSOE histórico.

En 1976 ambas organizaciones unieron sus fuerzas muy interesadas en que el camino hacia la democracia supusiera romper con el pasado hacia unas elecciones en las que participaran todos los partidos.

Con la dimisión del Presidente de Gobierno Arias Navarro cuyo espíritu del “12 de Febrero” no suponía romper con el régimen de Franco, sino su continuidad, el Rey Juan Carlos nombró como Jefe de Gobierno a Adolfo Suárez, quien proveniente del franquismo, donde había ostentado puesto de relevancia, fue llamado a dirigir la vida política española hacia un nuevo sistema democrático con la participación de todas la fuerzas políticas sin excepción alguna.

Todo ello bajo la batuta de Torcuato Fernández-Miranda (encargado de la tutela de Juan Carlos de Borbón desde que llegara a España en su niñez), Presidente de las Cortes y del Consejo del Reino, a la sazón diseñador de la Ley de la Reforma Política que desde la legalidad, suponía la transición del régimen franquista, aprobada en sus propias Cortes, hacia un sistema idéntico a los  existentes en la Europa democrática.

El deseado cambio hacia la democracia, tuvo que vencer no sólo la resistencia de los añorantes del franquismo, sino a una oposición recelosa de su actitud. Adolfo Suárez creo un nuevo partido político, la UCD, donde convergían liberales, demócratas cristianos y quienes desde el franquismo aceptaban el nuevo juego político. La legalización del Partido Comunista de España no fue aceptada por los altos mandos militares, dimitiendo el Ministro de la Marina. Esta decisión representaba la de mayor peligro en aquel momento, suscitando criticas no sólo del estamento militar, sino de una parte de la sociedad española sorprendida en el momento de su legalización: el Sábado Santo de 1977.

Tras las elecciones constituyentes de 1977 y con el triunfo de la UCD se inició el proceso negociador de una Constitución que lo fue de consenso y que fue aprobada en referéndum en diciembre de 1978.

El clima social de 1977 estaba sometido a la influencia negativa de una inflación galopante que llegó a alcanzar el 28%, en medio de una baja productividad y un desequilibrio en el intercambio económico con el extranjero. A lo que había que añadir las acciones terroristas de ETA y el GRAPO que se producían a diario causando victimas, especialmente en el estamento militar y en personalidades de relieve en la vida social y económica de la nación. Esta situación no ayudaba a la tarea de Gobierno, creando un clima tenso entre la clase política, pero que la mayoría del pueblo español contemplaba resignada y con muestras de dolor.

Los pactos de Toledo entre el Gobierno, oposición, mundo empresarial y sindicatos, supuso un bálsamo que fue dando sus frutos hacía una mayor tranquilidad de la vida social española.

En 1979 se disolvieron las Cortes Españolas para unas nuevas elecciones en la que el resultado fue muy parecido al de dos años antes: el triunfo de la UCD que pocos años después se vería disuelta por sus propias luchas internas.

lunes, 24 de enero de 2011

LA II REPÚBLICA ESPAÑOLA - (II)


1933 ELECCIONES PARLAMENTARIAS

El PSOE, que con anterioridad había formado gobierno con los republicanos de izquierdas, ante la nueva cita electoral optó por ir en solitario. En el socialismo español existían tres tendencias diferenciadas, pues mientras que la representada por Julián Basteiro era más moderada y la de Indalecio Prieto no optaba por enfrentarse al capitalismo de una forma radical, la que encabezaba Largo Caballero, “el Lenin Español”, sí creía que era el momento propicio para la implantación de un sistema marxista enfrentado al capitalismo al que había que exterminar. De esta forma, la izquierda se presentaba a las elecciones dividida, mientras que la derecha lo hacía más unida manteniéndose a la cabeza la CEDA, la Confederación de Derechas Autónomas y el Partido Radical de Alejandro Lerroux de centro derecha.

En estas elecciones acudieron a las urnas por vez primera las mujeres, que ya lo habían hecho en las elecciones catalanas. Hubo una fuerte abstención, especialmente propugnada por los anarquistas que tenían un gran arraigo en gran parte del territorio español, especialmente en Barcelona.

Celebradas las elecciones, la CEDA fue el partido vencedor y en segundo lugar el Partido Radical. El Presidente de la República optó por el Partido Radical a que formara gobierno, sin acceder al mismo nadie de la CEDA, que pese a ello, le dio su apoyo parlamentario.

Hubo un debate en cuanto a lo que había representado el voto de la mujer en el resultado electoral, al que se le otorgó un carácter conservador y decisivo en el resultado.

Hay que considerar que en aquellos años y en Europa especialmente, era en Italia y en Alemania donde el fascismo, que había llegado al poder producto de unas elecciones, fue, sin embargo, eliminando toda oposición parlamentaria e implantando un sistema de partido único, dando con ello fin al sistema democrático. En España, la izquierda, estaba convencida de que Gil Robles, para ellos el líder del fascismo español, una vez en sus manos el poder, llegaría a los mismos fines, por lo que no quería de ninguna manera que ni siquiera formara parte del Gobierno. Y aunque no había ningún motivo que justificara este temor, así al menos lo predicaba a sus masas.

La situación se mantiene por un tiempo estable, pero la CEDA, en uso a su derecho democrático, deseaba formar parte del Gobierno. Cosa que logró cuando en Octubre y en un cambio de gabinete ministerial, tres de sus miembros ocuparon carteras de poca entidad.

Esto soliviantó a las izquierdas y se produjeron fuertes enfrentamientos que dieron origen a la Revolución de Asturias y a que LLuis Campanys proclamara el 16 de Octubre el Estat Catala, mientras que en el resto de España los actos revolucionarios tuvieron menor entidad.

Durante el periodo conservador de finales de 1933 a 1936, se paralizaron las reformas iniciadas en el bienio reformista de los socialistas y republicanos en el poder. Se anuló el estatuto de Cataluña con mayor razón por su acto independentista fuera de la Constitución, la reforma agraria se paralizó, y las relaciones con la Iglesias fueron retomándose. En estos dos años se produjeron seis cambios de gobierno, y en ellos, la CEDA, iba aumentando su número de ministros, tal y como le correspondía por el resultado electoral.

1934 - REVOLUCIÓN DE OCTUBRE

La razón que adujeron los izquierdistas para la Revolución fue la llegada al Gobierno de tres ministros de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) a pesar que tenían derecho a ello debido al resultado de las elecciones, cuando la realidad obedecía más al deseo de alcanzar la revolución proletaria.

El Gobierno declaró estado de guerra en toda España, pues se crearon movimientos revolucionarios en toda la península, aunque solo tuvieron importancia en Cataluña y Asturias.

El 16 de octubre de 1934, considerando en peligro la estabilidad de la República y la autonomía de Cataluña, el Presidente Lluís Companys se enfrentó de forma beligerante al Gobierno central, proclamando el Estado Catalán dentro de la República Federal Española. El movimiento independentista que no tuvo el respaldo de los anarquistas catalanes de gran implantación estos en Barcelona, fue aplastado por el General Batet al día siguiente de la proclamación, lo que llevó a la suspensión del Estatuto de Autonomía, siendo encarcelados y condenados a largas penas tanto el Gobierno de Cataluña como numerosos ciudadanos, revestidos o no de autoridad. Fue nombrado Gobernador el General Villalonga.

Sin embargo, y al mismo tiempo, la Revolución triunfó en Asturias, en donde tuvo una vigencia de sólo quince días. Fue Indalecio Prieto el que se había encargado de conseguir las armas necesarias para la sublevación, estando a punto de ser detenido en el instante del desembarco de armas desde el buque Turquesa en San Esteban de Pravia, en la costa asturiana. El Gobierno dio plenos poderes a Francisco Franco, Gobernador Militar de Baleares, quien mandó tropas de África para dominar la situación. Unos 3.000 muertos y más de 30.000 encarcelados fue el resultado final de la Revolución. Gil Robles nombró a Franco Jefe del Estado Mayor Central.

Los socialistas, al ver el resultado final, quisieron eludir su responsabilidad en los hechos de bandidaje y saqueos a bancos, lo que aprovecharon los comunistas para erigirse en promotores de la revolución, especialmente en la persona de “La Pasionaria”, personaje que irrumpió en la vida política con fuertes soflamas. No obstante, los diputados socialistas fueron detenidos y encarcelados por su implicación en los hechos.

NOVIEMBRE 1935: EL ESTRAPERLO

Estallaron los casos de estraperlo y Tayá que sirvieron para desprestigiar al Gobierno de Lerroux, a quien acusaron de aceptar sobornos para la autorización de la ruleta en los casinos de juego. El caso, de muy pequeña entidad pues la recompensa fue el regalo de un par de relojes de oro, tuvo una gran resonancia.

El Presidente de la República, en lugar de pedir a Gil Robles que formara Gobierno, toda vez que no se había involucrado en este caso de prevaricación y aún quedaban dos años de legislatura, optó por disolver las Cortes y anunciar nuevas elecciones parlamentarias.

FEBRERO 1936 – TRIUNFO DEL FRENTE POPULAR

A estas elecciones la izquierda se presentó muy unida como Frente Popular, mientras la derecha, con el Partido Radical muy tocado por el asunto del “Estraperlo”, no lo estaba tanto.

Las elecciones fueron poco limpias, pues en muchas ciudades al no alcanzar las minorías el 25% para conseguir escaños, eran necesarias nuevas elecciones. Se falsificaron las actas y de esta forma se les adjudicaron los escaños. El resultado fue, que con una victoria muy ceñida del Frente Popular, consiguió una gran diferencia de escaños.

El nuevo gobierno sacó de la cárcel a todos los detenidos por su participación en la Revolución de Asturias y mandó al destierro a los militares más importantes. Dio luz verde al Estatuto Catalán y se trazaron los objetivos del bienio reformista, aunque la situación era ya muy distinta.

En el mes de Abril destituyeron al Presidente de la República Niceto Alcalá- Zamora, Catedrático, propietario de tierras, que iba a Misa y líder de Derecha Republicana. Fue entonces cuando nombraron a Manuel Azaña como Presidente, cargo que ostentaría hasta febrero de 1939.

Se asistió a unos meses en los que la calle era campo de enfrentamientos entre las posiciones más extremas, como eran la Falange, los anarquistas y los comunistas, sin que el Gobierno del Frente Popular dominara la situación.


El asesinato de Calvo Sotelo, jefe de la oposición en el Parlamento por la Guardia de Asalto, fue el detonante e inicio de una Guerra Civil que iba a durar tres largos años y que supuso la derrota del bando republicano profundamente fragmentado por sus luchas internas, frente a la unidad imperante en los sublevados que facilitó su victoria.

jueves, 23 de septiembre de 2010

LA II REPÚBLICA ESPAÑOLA - (I)


La II República, en la que el pueblo español había cifrado todas sus esperanzas, tanto por su desilusión por una Monarquía en la que ya no confiaba como por la esperanza en la más eficaz solución a los problemas sociales de aquellos años, fue recibida en un ambiente festivo de forma mayoritaria. Desgraciadamente y de forma paulatina, la vida política fue deteriorándose por la propaganda revolucionario que llegaba de la Rusia bolchevique, más dirigida hacia una república socialista de ideología marxista que al logro de un parlamentarismo democrático. También contribuyó a su deterioro la dejadez de los gobernantes republicanos que no hicieron nada por frenar la firme convicción de las masas libertarias deseosas de emular e implantar sus deseos revolucionarios, concretados en que el poder a establecer estuviera en sus manos. La irresponsabilidad del socialismo español, como se demostró en Octubre de 1934 en la conocida como “Revolución de Asturias”, dañó aún más la situación y su contribución quedó patente cuando las masas libertarias que lo iniciaron fueron alentadas y pertrechadas por el Partido Socialista Obrero Español, cuyos Diputados parlamentarios fueron detenidos y encarcelados por su comprobada participación en los hechos.

Todo ello no hizo más que sepultar aquella República soñada por los asistentes al Pacto de San Sebastián, quienes, y especialmente la intelectualidad que la alentó, terminó por criticar la dejadez de los gobernantes republicanos cuyo desenlace llevó a los españoles una guerra civil de tres largos años y a la desaparición de la Republica añorada. Guerra civil que si los militares no la deseaban cuando aconsejaron a Alfonso XIII su marcha de España para evitar un posible enfrentamiento entre lo españoles, sí la procuraron con ahínco las masas libertarias deseosas de emular a sus correligionarios soviéticos. Masas que a los veinte días de instaurada la Republica dejaron claras sus intenciones con la quema de Conventos por toda España después de unas elecciones municipales que había llevado a la legítima implantación de la República en España, dado el vacío de poder creado por el abandono de la Corona por parte del Rey Alfonso XIII.

12/4/31 ELECCIONES MUNICIPALES

El resultado electoral fue favorable a los partidos monárquicos, no así en las capitales de provincia en las que a excepción de un par de ellas, los republicanos lograron la victoria. Sucedió lo contrario en la zona rural, debido, fundamentalmente, al fuerte impacto del caciquismo que inclinó la balanza en el conjunto de España a favor de la Corona. Pese a que fueron unas elecciones municipales en las que no se planteaba un plebiscito cuestionando la forma de estado, en las grandes ciudades se produjeron manifestaciones a favor de la República. Pese al resultado favorable a los monárquicos en el recuento nacional, Alfonso XIII, aconsejado por el estamento militar y para que no se produjera un enfrentamiento civil, optó por abandonar España. Ante la ausencia de poder, dos días después, se instauró la República en España.

14/4/31 PROCLAMACION DE LA REPUBLICA

Fue muy bien recibida por la población, sin ningún tipo de altercado y toda la prensa nacional reflejó en sus páginas el agrado de la llegada del nuevo régimen a la nación española.

11 MAYO 1931 - QUEMA DE CONVENTOS

Pero pocos días después se produjeron en toda España la quema de Iglesias y Conventos y el inicio de un clima turbulento que fue cogiendo fuerza sin que el Gobierno tratara de impedirlo. Todo lo contrario, ajeno al sentimiento de media España, avivó más el clima violento que fue imperando y que llevó al descrédito de la propia República.

Muestras de la dejadez e irresponsabilidad del Gobierno, fueron las famosas “citas de Azaña” a lo largo de su mandato, quien no contribuyó precisamente con ellas a apaciguar los ánimos, sino todo lo contrario, a envalentonarlos.

1ª Cita de Azaña después de la quema de conventos: “Un dedo de un republicano, vale más que todos los conventos de España”.

Los hechos produjeron una fuerte tensión en el gobierno provisional cuando estaban dedicados a la elección de una Cortes Constituyentes, que tras el correspondiente debate parlamentario, instauraron una nueva Constitución, que no lo fue de consenso.

ELECCIONES CONSTITUYENTES

Después de haber nombrado un Gobierno Provisional que dio paso a un proceso constituyente y tras unas “Elecciones a Cortes”, su resultado llevó al poder a un gobierno republicano y socialista, con Niceto Alcalá Zamora como Presidente del Gobierno.

Culminada la nueva Constitución, las principales reformas que trataron de llevar a cabo fueron la agraria, la del ejército, la educativa y la del Estado, que culminó ésta con la concesión del Estatuto de Autonomía para Cataluña. Sin embargo, no se concedió el del País Vasco, especialmente por las diferencias existentes entre el PNV, partido de derechas y de carácter religioso, con el Gobierno que había articulado una Constitución laica, dificultando el acuerdo.

2ª Cita de Azaña: Al firmarse un artículo de la Constitución que declaraba el carácter laico del Estado -votación efectuada de forma poco clara, pues en el momento de votar el artículo que lo decidía, no contaron con la presencia de los constituyentes monárquicos- Azaña dijo: “España ha dejado de ser católica”, creando confusión en gran parte del pueblo español, provocando la dimisión de Niceto Alcalá Zamora, que fue sustituido por Manuel Azaña con el que había tenido frecuentes enfrentamientos por tales motivos. En Diciembre de 1931, Alcalá Zamora fue nombre Presidente de la Republica.

El intento de abordar la reforma agraria no llegó a buen término por falta de tiempo, toda vez que el periodo de dos años que estuvieron en el poder las izquierdas, fue demasiado corto para su ejecución. Por otra parte, la falta de dinero en las arcas del Estado, imposibilitaba su acuerdo.

También se emprendió la reforma del ejército, cuya formación estaba descompensada, dada la existencia de un mando por cada tres soldados. Se ofertó a los mandos su salida del ejercito con el sueldo integro y pese a tan buena oferta, su aceptación fue muy escasa.

La reforma educativa se transformó en un objetivo del Gobierno en unos momentos en los que el analfabetismo ascendía al 44% de la población, por lo que se fomentó la enseñanza laica en detrimento de la religiosa. Se abolió la Compañía de Jesús, y aunque la justificación fue debida al cuarto voto de obediencia al Papa, al igual que sucediera en tiempos de Carlos III, la realidad fue debida al gran interés en abolir las ordenes religiosas, y en especial la de los jesuitas por su gran relevancia y poder en la docencia española. Se fomentó especialmente el Instituto de Enseñanza Libre de carácter privado.

Las reformas sociales se basaron en la reducción de la jornada de trabajo y otras acciones en beneficio de la clase trabajadora. En lo religioso, básicamente, se trató de restar presencia e la Iglesia en la vida pública, política y social.

1932 GOLPE DEL GENERAL SANJURJO: “LA SANJURJADA”

Fue un fracaso, pues no se le sumó nadie. Sólo tuvo éxito en Sevilla, pero con una duración de muy pocas horas. Sus consecuencias: Estatuto de Autonomía de Cataluña y Expropiación de tierras a los Grandes de España.

3ª Cita de Azaña: “Voy a triturar al Ejército”

Mitin de Manuel Azaña en Valencia cuando era Ministro de la Guerra, lo que soliviantó a los militares.

CASAS VIEJAS

La Reforma agraria y sus falsas expectativas, crearon una gran desilusión en las zonas rurales, dando ocasión a los sucesos de Casas Viejas ocurridos el 11 de enero de 1933.

Unos anarquistas de la CNT quisieron iniciar su revolución descontentos con el Gobierno, tomando con las armas la casa de la Guardia Civil de Casas Viejas, donde se hicieron fuertes hasta ser duramente reducidos por la Guardia de Asalto a instancias del Gobierno.

4ª Cita de Azaña: “Los tiros a la barriga”, fue su consigna para terminar con aquel suceso.

Las consecuencias políticas de aquellos oscuros hechos provocó la dimisión del Presidente del Gobierno, Manuel Azaña. El Presidente de la República disolvió las Cortes y convocó nuevas elecciones.

En aquel año surgieron dos movimientos de oposición al gobierno de izquierdas y socialista: la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) y la Falange Española de José Antonio Primo de Rivera, hijo del General Primo de Rivera, quien había gobernado dictatorialmente durante seis años en España.

jueves, 20 de mayo de 2010

LA GENERACIÓN DEL 98 Y SU INFLUENCIA EN EL SIGLO XX


Tres fueron los personajes que más iban a influir en los acontecimientos que se iban a suceder a lo largo del siglo XX, tanto en lo social como en lo económico, en especial, gracias al estudio de la mente humana que tuvo como consecuencia el conocimiento de las razones de su comportamiento, merced a las averiguaciones sobre los hechos que le inducían a la realización de sus actos. Teorías que al no poder ser rebatidas de forma contundente, terminaron por aceptarse y en ellas encontrar qué es lo que inducía al ser humano a sus habituales reacciones dentro de la sociedad.

Sigmund Freud, con sus estudios sobre el psicoanálisis basado en la explicación de los sueños, encontró un simbolismo que delataba las acciones del hombre dentro del medio en que se relacionaba. Es lo que se llamó el racionalismo, básicamente fundamentado en la razón de sus actos y en sus efectos, y que posteriormente fue evolucionando de forma surrealista, de la que nuestro paisano Salvador Dalí fue un claro ejemplo.

Carlos Marx argumentó la necesidad del materialismo dialéctico abandonando el simbolismo, cuyas razones llevadas a la práctica no solucionaba la problemática existente en la sociedad del momento, ofertando como solución el marxismo por el que muchos lucharon convencidos de su éxito, pero que con el paso del siglo demostró su fracaso.

Y Albert Einstein, que con su teoría de la relatividad demostró que el factor tiempo era el que condicionaba las dificultades planteadas por la sociedad.

Y en este contexto de nuevas reflexiones para afrontar un nuevo siglo, los acontecimientos que sucedieron dieron aún un mayor empuje a su perentoria necesidad para su puesta en práctica.

Las pérdidas de las últimas colonias de ultramar, en especial la de Cuba por la derrota bélica ante EEUU, así como las islas de Puerto Rico y de las Filipinas, convulsionaron la vida española y su alcance supuso un grave quebranto en su economía, tanto en cuanto que la pérdida de confianza en la clase política, a la que se culpó del desastre al no haber aplicado las medidas necesarias para contentar a las que hasta ese momento eran consideradas como provincias españolas, convirtiéndose por ello y en muy poco tiempo en caldo de cultivo para quienes optaron por la violencia.

La llamada "generación del 98" tuvo su razón de ser, principalmente, en todos los acontecimientos de tan funestas consecuencias para la nación, y que si con anterioridad había sido considerada una potencia de primer orden, tras el paso del convulso siglo XIX había perdido toda su importancia internacional.

Desaparecido el sistema bipartidista con la muerte de quienes lo abanderaban, la del conservador Cánovas (asesinado) y la del liberal Sagasta, se agitó aún más la vida española y trajo la consecuencia de diferentes escisiones en ambos bandos con la creación de nuevos partidos políticos bajo el reinado de un joven rey, Alfonso XIII, incapaz de llevar el timón de la nación española.

El liderazgo del conservador Cánovas, lo trataron de reemplazar Silvela, Maura y De la Cierva, con sus correspondientes escisiones.

Ocurrió lo mismo en el bando liberal, en el que Moret, Canalejas y Romanones se enfrentaron para suceder a Sagasta.

Al mismo tiempo irrumpió en la vida política Pablo Iglesias, creando el Partido Socialista Obrero Español; así como la figura del radical Lerroux que alcanzo cierto arraigo popular. Igualmente emergieron los partidos nacionalistas, con Francisco Maciá y su Ezquerra Republicana; Cambó y la LLiga Regionalista, ésta de carácter conservador. En Vascongadas apareció el PNV de la mano de Sabino Arana; Blas Infante en Andalucía y el galleguismo de Castelao. En Valencia, la figura de Blasco Ibáñez aglutinó a los valencianos en torno al partido republicano, fundado por el genial novelista llamado a conseguir fama universal.

Si hasta ese momento los partidos se habían caracterizado por su política ideológica, se fue dando paso a los gobiernos de gestión como solución a la problemática de la crisis producida por el fracaso de la “restauración”, en la que en un principio habían existido fundadas esperanzas; sobre todo, habida cuenta de la situación de conflicto permanente con anterioridad al reinado de Alfonso XII, lo que aconsejó su vuelta para reconducir la situación de deterioro dada la proliferación de las llamadas guerras cantonales que una I República desnortada no supo reconducir.

Con el comienzo del siglo XX se fueron produciendo etapas con situaciones dispares:

1903-1914. Este periodo se caracterizó por el desmantelamiento de la Restauración y la desaparición de los partidos tradicionales.

1914-1919. Coincidiendo con la I Guerra Mundial en la que España fue neutral, al ser ésta la única nación productiva en Europa, ello representó un periodo de bonanza como proveedora de productor terminados a todo el continente, incluso de armas servidas a ambos bandos contendientes.

1917-1923. Significó un periodo de huelgas generales con la aparición del “pistolerismo”, al que se sumaron los conflictos laborales auspiciados por los socialistas y anarquistas, influidos en gran manera por el triunfo de la revolución bolchevique en Rusia.

1923-1929. El “golpe de Estado” de Primo de Rivera aceptado por Alfonso XIII, supuso en principio la desaparición de la violencia callejera, el final de la guerra de Marruecos y una política de obras públicas creadora de un gran número de puestos de trabajo, lo que hizo que la clase política se quedara fuera de juego.

El desastre de la pérdida de las últimas colonias españolas había causado un gran estupor en toda España, produciendo un estado de escepticismo y desencanto que caló hondo en todas las esferas de la vida española.

Alcanzó tan alto grado de contrariedad, que los intelectuales se vieron obligados a levantar el ánimo de los españoles recurriendo a la práctica de un necesario regeneracionismo, consistente en la tarea de españolizar Europa mediante la castellanización de España. Actitud basada, fundamentalmente, en la importancia histórica que había tenido Castilla, gracias a las grandes figuras que habían destacado en todos los campos del arte, y cuya producción artística ya formaba parte del patrimonio europeo.

A ello se dedicaron Unamuno con su "Por tierras de Portugal y España"; Valle Inclán; Machado con su “Campos de Castilla”; Azorín con su “Castilla”; Baroja, Galdós, Ramiro de Maeztu, etc. Sin olvidar al poeta catalán Juan Maravall, quien abundando en la nación española, decía exactamente “que España es más ancha que Castilla. Todos ellos, siendo autores periféricos, no tuvieron ninguna duda en glosar el pasado de Castilla que de forma desprendida tanto había contribuido a enaltecer a España en beneficio de Europa, pero pagando un alto precio, el de su empobrecimiento.

martes, 16 de febrero de 2010

ELS SEGADORS


Si en el siglo XV fue una revuelta de campesinos y artesanos barceloneses enfrentados a una minoría feudal y burguesa que nada tenía que ver con una “revolución catalana contra Castilla”, en el siglo XVII se repitió algo semejante.

Abusos cometidos por los soldados de Felipe IV enfurecieron a los agricultores, y la lucha contra el hambre junto a la opresión señorial, se confundió con la rebelión política de la oligarquía catalana contra el virrey y la torpe política del valido Duque de Olivares quien entregaba cargos, honores y beneficios en perjuicio de otros oligarcas que se consideraban injustamente tratados.

La rebelión de “els segadors” en el Corpus de 1640 no fue una revolución “nacional” como algunos pretenden, ni siquiera la protesta por la centralista monarquía del cuarto Felipe de los Austrias.

Más bien resultó el estallido de una fuerte tempestad de violencia y mar de sangre, donde se esgrimieron aceros de rudas hojas contra aristócratas y notables de la ciudad de Barcelona. Las iras también se desataron contra el virrey de la corona por una muchedumbre que gritaba ¡Viva el Rey¡ ¡Mueran los traidores ¡.

Estos ataques se extendieron a varios puntos de Cataluña contra propiedades y haciendas, no sólo de amos, sino también contra administradores municipales.

Cuando desde la Generalitat había que tratar asuntos de su competencia en las tierras catalanas, los diputados encargados de ello se encontraron con la dificultad de su soledad ante un furor que les atemorizaba. En sus recorridos eran tratados como traidores. Los asustados Diputados de la Generalitat catalana solicitaron la protección que posibilitara su tarea, toda vez que no se podía visitar sin soldados los pueblos y villas de Cataluña.

El Gobierno catalán al frente de Pau Clarís, demandó ayuda a Richelieu. Para justificar su traidora actitud se rebelaron contra el Rey español, al que “culparon de todos los males”. Provocaron en su contra el ataque de la real tropa y para defenderse sin disponer de un ejército propio, soldados franceses acudieron desde suelo galo librándose crueles enfrentamientos.

Aquella situación se les escapó de las manos a los del Principado, y temerosos de un destino incierto y de perecer ante la muchedumbre, pusieron a la Generalitat en manos de Luís XIII, nombrándole Conde de Barcelona. Días después moría Pau Clarís. La muerte le evitó lamentar la afrenta, como así les sucedió a los demás Diputados poco después de verse apartados por los franceses ocupantes de sus cargos, terminando por refugiarse en sus casas y palacios.

La relación con Francia no supuso ningún beneficio para nadie. Sólo un aumento de impuestos para abastecer las tropas y las mermas de un lógico cierre de mercados por la situación de guerra en que se vivía. Ni el Virrey francés, ni su Capitán General fueron del agrado de la oligarquía catalana. Temblaron al ver que los franceses tramaban ampliar sus fronteras, en lugar de mantener la autonomía catalana. Fue corriendo el clamor por los errores cometidos, y en todos los rincones se fueron dando cuenta de la demagogia que encerraba echar la culpa a la corona española de todos los males. En 1652 la mayoría del pueblo catalán veía con buenos ojos a Felipe IV, firmándose la capitulación con la entrada pacificadora de Don Juan de Austria, hijo natural del Monarca. Algunas escaramuzas continuaron hasta que La Paz de los Pirineos de 1659 puso fin a un conflicto que supuso para España y Cataluña la perdida de territorio francés.

La guerra fue nefasta para Cataluña. A las perdidas comerciales, se unieron muertes inútiles y una epidemia de peste visitaba todo el Principado. El mercado interno sufrió la invasión de mercancías francesas en beneficio de una minoría de comerciantes. Ante tal desengaño la burguesía catalana volvió al redil de los Austrias. Años más tarde el último de los Austrias, Carlos II, rey decadente, débil y enfermizo, fue ensalzado por los notables catalanes y Feliu de la Peña dijo ¡El mejor rey que ha tenido España ¡

La manipulación actual del conflicto queda al descubierto al reflexionar sobre este absurdo error, que se repitió años después, durante la guerra sucesoria al tomar partido los catalanes por la Casa de los Austrias, gestando sus iras contra los Borbones como “culpables de todos los males”. Se habían olvidado que cuando “els segadors” se habían alzado contra la Generalitat Catalana, ésta señaló al Austria Felipe IV como blanco de aquella rebelión y “culpable de todos los males”.

sábado, 5 de diciembre de 2009

LA GUERRA DE SUCESIÓN ESPAÑOLA


La Guerra de Sucesión española iniciada en 1702 fue una guerra internacional que acabó enquistando las entrañas de España, pero que a su final se desvaneció en la inconsciencia del pueblo español, al igual que en sus inicios reinaba la incertidumbre de no haber llegado a entender la razón de sus propósitos. Sin embargo, hoy se recuerda por algunos como un mito en el que el pueblo catalán era la resistencia contra el centralismo castellano.

El que Carlos II no tuviera heredero planteaba un conflicto dinástico. De ello, las potencias europeas se disputaron una serie de intereses económicos, territoriales y políticos a costa de España que, sin desearlo, terminó llevándose la peor parte. Carlos II a la vista de todos los pretendientes extranjeros, consideró que la unión con Francia significaba una mayor seguridad y, con la misma, era cuando se podía garantizar la conservación de la Monarquía en toda su integridad. Optó por el Duque de Anjou, Felipe V, decisión testamentaria que significaba la llegada de los Borbones a España.

En su testamento del 3 de Octubre de 1700 exigió el cumplimiento de dos condiciones: Que las coronas españolas y francesas no se unieran en una sola persona, y no enajenar parte alguna de los territorios españoles.

En 1701 Felipe V entró en España jurando los fueros catalanes, correspondiéndoles estos con su fidelidad. Al igual que se hizo en las Cortes Aragonesas, no así con las del Reino de Valencia.

La Gran Alianza (el Sacro Imperio, Inglaterra, los Países Bajos, Portugal, Prusia y Dinamarca) temerosa de que se pudiera perder el orden europeo, deseaba el desmembramiento galo-hispánico y terminar con el monopolio del mercado americano. Y por ello, declararon la guerra a los Borbones.

Felipe V no fue un rey impuesto por Castilla. Tampoco la Guerra de Sucesión fue una guerra entre Castilla y otros reinos periféricos. En Cataluña hubo partidarios borbónicos, como en Valencia y en Aragón. También Castilla tuvo partidarios del archiduque Carlos. La fiebre austracista de una minoría dirigente de Barcelona no fue compartida por muchos en tierras catalanas. Lérida y Gerona eran partidarias del pacto con el Borbón y comarcas del Pirineo fueron fieles a Felipe V.

Hasta 1705 Barcelona fue plaza del Duque de Anjou. Los austracistas pusieron cerco a la ciudad un año antes y fueron rechazados por los catalanes. Finalmente un bombardeo indiscriminado rindió la ciudad. Estas cosas hoy no se cuentan y parece como si no hubiesen ocurrido. No se habla de los catalanes que tuvieron que abandonar Barcelona, ni de las ejecuciones ordenadas por los aliados austracistas. Tampoco se habla de que en el último asalto a Barcelona por el duque Berwick, en sus tropas intervinieron soldados catalanes.

Sólo se recuerda dentro de una gran falsedad histórica la resistencia de una lucha ¿nacional? de la antigua Corona de Aragón contra el centralismo e imperialismo castellano. Como tampoco se hace hincapié en que el Archiduque Carlos en sus deseos de gobernar, se proclamó como Carlos III, Rey de España, lejos de cualquier otro deseo separatista, como en la actualidad se manipula.

Igualmente no se menciona que el militar catalán Villarroel combatía a los Borbones con el eslogan, ¡Por nosotros y toda la nación española combatimos¡ anunciando, que lo que quería Luís XIV era no dar rey a España y convertirla en provincia de Francia. Tampoco se dice que el Consejo de Ciento –órgano municipal de Barcelona – fue más radical que la Generalitat, mandada ésta por una nobleza que se iba alejando de los austracistas. La Generalitat no fue suprimida por Felipe V, como se dice, sino por el propio Consejo de Ciento en pleno mandato de los aliados austriacos.

La resistencia que opuso Barcelona a Felipe V no fue una lucha heroica y popular. La nobleza, el clero y las masas, no mostraban ningún interés en seguir amurallados y deseaban que se acabara la resistencia, el hambre y las bombas. La resistencia fue más bien empeño de un grupo reducido abandonado por la mayoría de los catalanes. Un empeño y un error como los que en 1641 habían hecho a Luís XIII Conde de Barcelona. Y tanto Villarroel como Rafael Casanova se inclinaron por una solución negociadora. Un Rafael Casanova que por cierto portaba la Bandera de Santa Eulalia; no la actual nacionalista cuatribarrada que manipuladamente se une a lo sucedido hace trescientos años.

La burguesía catalana aprendió la lección, se olvidó de los fueros y se alistó con la causa del proteccionismo y el mercado español. Se cicatrizaron viejas heridas y descubrieron las ventajas de los Decretos de Nueva Planta. Poco después, avanzado ya el siglo, la llegada de Carlos III y el Decreto de Libre Comercio, significaron la escalada de los grandes comerciantes catalanes, el esplendor del puerto de Barcelona abierto al inmenso negocio de América, una época de prosperidad y una colaboración con la Monarquía española de la burguesía catalana, como así lo demostró durante el Motín de Esquilache con su actitud favorable a la Corona.

La Guerra de Sucesión terminó con el Tratado de Utrecht (1713) que supuso la pérdida para España de sus dominios europeos que pasaron a formar parte de los aliados austracistas. Felipe V suprimió las instituciones y leyes particulares de la Corona de Aragón, no así las del Valle de Arán, Navarra y provincias vascas que combatieron con el monarca español.

Tan pronto como el Archiduque se vio ante su eminente nombramiento como Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, ordenó a sus tropas la retirada, abandonó España y puso final a la Guerra de Sucesión.

domingo, 31 de mayo de 2009

LOS COMIENZOS DEL SIGLO XX

atentado anarquista

El comienzo del siglo XX vino marcado por una mayor acción del anarquismo encaminada al derrocamiento no sólo del capitalismo, sino del mismo Estado. Los anarquistas insistían en la necesidad de finalizar con el sistema capitalista, pero sin plantear las demandas que hicieran posible la elevación del nivel vida de la clase trabajadora.

En su acción de lucha, el recurso a las acciones terroristas era muy frecuente, especialmente contra las instituciones del Estado y el poder económico. El liberal Canalejas, como Presidente de Gobierno, fue asesinado por un anarquista, al igual que lo había sido Cánovas del Castillo, conservador,  finalizando el siglo anterior por su firme decisión de mantener la provincia cubana  enfrentado a los independentistas de la isla caribeña. En ese ambiente hay que enmarcar los trágicos acontecimientos que se sucedieron en toda España, especialmente en Barcelona, con su “Semana Trágica” del mes de Julio de 1909 en los días comprendidos entre el 26 y el 31, en los que se llegó a un alto grado de violencia.

Debido a la pérdida de las últimas colonias americanas a finales del pasado siglo, España había centrado sus intereses económicos en el norte de África, iniciando una línea de ferrocarril desde Melilla hacia la zona minera. En esta tarea se produjo un enfrentamiento con los nativos, lo que iba a significar años después, a partir de 1911, el comienzo de la Guerra con Marruecos, la conocida como “guerra del Rif” y que durante muchos años supondría una gran pérdida de vidas humanas para las familias españolas.

Ésta agresión fue llevada a cabo en el mes de Julio de 1909 en el “barranco del lobo”, próximo a Melilla, lo que hizo necesario el envío de tropas españolas a la zona africana con el resultado de una gran derrota para el ejército español en cuyas guarniciones se había proclamado el estado de guerra. Las “clases pudientes” mediante el pago de un canon, evitaban que sus hijos fuesen alistados, motivando por ello una fuerte protesta en las organizaciones sindicales y la declaración de una huelga general.

En Barcelona su “semana trágica” alcanzó tal virulencia, que transformó la protesta inicial en un ataque a la Iglesia mediante el incendio y saqueo de sus Parroquias y Conventos.

Las consecuencias de la tragedia fueron demoledoras: casi ochenta muertos, quinientos heridos, más de cien edificios incendiados, la mayoría de ellos religiosos y más de dos mil detenciones con penas de destierro y de cadena perpetua. En medio de una fuerte represión se ajusticiaron a cinco personas consideradas como los responsables de aquella “Semana Trágica”.

Los sucesos fueron sofocados por tropas que llegaron de otras ciudades; Valencia, Burgos, Zaragoza y Pamplona, principalmente. Como consecuencia de los disturbios el Rey cesó a Maura, Presidente de Gobierno, sustituyéndole el liberal Segismundo Moret.

LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA (1923/30)

Durante el periodo de 1918 a 1923 se sucedieron en España veinte crisis totales y otras tantas parciales, es decir, cada dos meses hubo un cambio de Gobierno en medio de una gran tensión social, destacando los asesinatos de Eduardo Dato (1921), político conservador y Presidente de Gobierno, y el del Arzobispo de Zaragoza Juan Soldevila en 1923, victimas ambos de acciones anarquistas. El terrorismo, que había alcanzado una gran repercusión, produjo constantes enfrentamientos agravados aún más porque la patronal, y en su defensa, instituyó el somaten de Cataluña.

No obstante, fue el desastre de Annual de 1921 el principal acontecimiento que desencadenó la Dictadura de Primo de Rivera. En Annual murieron entre 12.000 y 14.000 soldados, todos ellos de quintas. Soldados provenientes de familias de baja extracción social, todas vez que con el pago de una tasa se podía evitar la llamada a quinta en las familias de mayor poder adquisitivo, tal y como ya había ocurrido con anterioridad.

El desastre de Annual, que salpicó al Rey, sucedió cuando el general Manuel Fernández Silvestre mandaba las tropas en la guerra de África y aunque no tuvo órdenes directas del Rey, sí recibía su aliento en sus acciones bélicas. Aquel acontecimiento supuso el descrédito total del sistema político español.

Consumado el desastre y en medio de una gran tensión social, se proclamó la Dictadura que el Rey se vio obligado a aceptar.El general Primo de Rivera que mandaba en la Capitanía General de Cataluña, se colocó al frente del Gobierno de España.

La prensa española, en general, no criticó la llegada al poder de Primo de Rivera, a excepción de la anarquista. El periódico “El Socialista” la acogió con naturalidad, y el sindicato de la UGT se convirtió en aliado de Primo de Rivera con quien colaboró fielmente su líder Largo Caballero. Llegada la II República, el líder ugetista fue acusado de su colaboración con Primo de Rivera, lo que le llevó a la necesidad de radicalizarse en todas sus acciones, como se viera años más tarde.

Implantada la Dictadura, despareció de España la violencia en las calles así como el terrorismo, que cesó en su actividad. Debido a las medidas de tipo laboral y económico que se llevaron a cabo, España se puso en muy pocos años al nivel económico de Italia.

Primo de Rivera, viudo y juerguista, tenía un aspecto muy jovial y divertido. Gozó de las simpatías populares, especialmente por su política de obras públicas que supondría un gran número de jornales para la población española, en sus primeros años de mandato, conocidos como los de su fase ascendente de 1923 a 1928.

En sus primeros años de gobierno destacó el éxito inmediato en el mantenimiento del orden público; al igual que el desembarco de Alhucemas que supuso el final de la guerra de África, hecho que causó una gran alegría, especialmente, en las madres españolas.

Su programa fue reformador, inspirado en Maura y Costa. Del primero se adoptaron las ideas para la reforma administrativa y del segundo, la del regadío. Joaquín Costa destacó especialmente por su política hidráulica, idea que perduró también en los Gobiernos de Franco. Se crearon las Confederaciones Hidrográficas que han llegado hasta nuestros días.

La creación de infraestructuras, obras y banca pública, monopolios (especialmente CAMPSA) supusieron para España un gran avance en todos los campos sociales y económicos. Se creó el Banco Hipotecario, lo que explica que sea España la nación con un mayor número de propietarios en Europa de su domicilio familiar. La creación de CAMPSA supuso un fuerte enfrentamiento con la multinacional TEXACO, que se vio privada de sus negocios en España.

El mandato de Primo de Rivera se caracteriza por su directorio militar de 1923 a 1926 y el civil de 1926 a 1930.

Dada la situación de bonanza y resueltos los grandes problemas, los políticos españoles deseaban la vuelta al sistema de partidos políticos. Se acordó un “Pacto Institucional” y se firmó una especie de Constitución.

Primo de Rivera en un viaje a Italia vio que las cosas funcionaban razonablemente bien bajo el régimen implantado por Mussolini y trató de imitar el sistema del fascismo italiano creando la Unión Patriótica. Partido en el que su afiliación fue inapreciable, significándole un gran fracaso. Al igual que la supresión de la mancomunidad de Cataluña que le supuso un paso atrás en su política interior, iniciándose un fase descendente ya hasta el final de su mandato.

Las generaciones del 98, del 14 especialmente y la del 27 se opusieron a Primo de Rivera. Como anécdota de su carácter, cuando recibía el General una fuerte crítica en algún medio de comunicación, como ocurría frecuentemente con Unamuno, el dictador se presentaba en su tertulia y discutía con él el aspecto de su crítica. Esta forma peculiar de defenderse, pone de manifiesto el carácter campechano del General, así como indica que su actuación no era la propia de un fascista, tal y como se le acusaba en la última parte del periodo de su mandato.

Tuvo problemas con los altos financieros y las multinacionales por la creación de la banca pública. Perdió la confianza del Rey, porque las reformas constitucionales suponían para el monarca perder sus prerrogativas, y Alfonso XIII pidió la dimisión de Primo de Rivera.

Ante esta situación Primo de Rivera llegó a decir que “a él no le borboneaba nadie”, dirigiéndose a todos los Capitanes Generales de forma personal con la pregunta de si tendría su apoyo en el supuesto de no hacer caso a la petición del Monarca.

Ante la negativa de todos fue cuando presentó su dimisión al Rey, quien nombró como Jefe de Gobierno a Dámaso Berenguer (1930/31) con el encargo de una reforma constitucional, iniciándose un corto periodo conocido como el de “la Dictablanda”.

La Dictadura del General Primo de Rivera representó un periodo de paz y mejora económica, así como de nuevos servicios públicos en beneficio de la población. Dejó sin oficio a los políticos, quienes conspiraron contra él. Pese a ello, fue un periodo de grandes consensos y de pocas polémicas. La percepción que se tiene en la actualidad es que fueron unos años de grato recuerdo pese a la interrupción de la vía constitucional iniciada con la restauración borbónica, debido, especialmente, a la desaparición de la violencia callejera y al final de la guerra africana.

PACTO DE SAN SEBASTIAN

En Agosto de 1930 la oposición a la Monarquía se reunió en San Sebastián a instancias de Niceto Alcalá-Zamora, católico y líder de la Derecha Liberal Republicana, a donde acudieron representantes de todos los partidos republicanos españoles. El objetivo de la reunión era crear un Comité revolucionario que en colaboración con un grupo del ejército provocara un pronunciamiento militar que trajera la II República a España.

Alcalá-Zamora se convirtió en el líder del Comité, quien un año después fue proclamado como Presidente de la República. Al acto asistieron a título personal Indalecio Prieto, Fernando de los Ríos y Eduardo Ortega y Gasset, el hermano del filósofo. Gregorio Marañón no pudo asistir, pero se adhirió al pacto. Acordaron el “pronunciamiento” para finales del año en curso. Sin embargo, el capitán Fermín Galán adelantó la fecha y el intento terminó en un fracaso y su fusilamiento, junto al también capitán García Hernández autores ambos de lo que pasó a llamarse la “Sublevación de Jaca”.